Su belleza fue siempre infinita, su encanto no tenía límite.
Claire paseaba distraía de vuelta a casa.
El sol acariciaba sus cabellos mientras sus caderas se balanceaban cadenciosas a cada paso que daba.
No pensaba en nada, tenía facilidad innata para ello, su mente quedaba en blanco y punto, era como cerrar de un tirón la cadenita de una bombilla colgada en el techo en una estancia. Así funcionaba su mente. Al llegar a la puerta de casa volvió de golpe en sí, sus manos recorrieron su vestido y se arregló la ropa torpemente y abrió.
Decidió subir por las escaleras, esas que tanto le gustaban del edificio modernista en el que vivía, sus dedos acariciaron suavemente la madera de la barandilla que sujetaban unos barrotes verticales que se retorcían formando figuras de hiedras y flores, una luz tamizada entraba por la claraboya que cerraba el techo dando una sensación de frescura y descanso.
Sus secretos; Claire tenía dos.
La lengua recorrió la comisura de sus labios grandes y carnosos que daba paso a unos molletes rosáceos y sonrió.
Recordó la cara de él cuando la había visto estirada en el diván a lo largo, sus manos temblorosas, su garganta que parecía querer decirle algo, y sus ojos. Pudo apreciar el deseo en su forma de mirarla y reconoció en ella misma el deseo traicionero recorriendo su espalda, musitó un " Hola”
Claire se movía en el mundo del arte, lo conocía bien ya que ella misma era pintora o intentaba serlo, casada desde muy joven y madre de dos chicos sólo tenía una debilidad en su carácter.
Gustaba salir de caza, como ella lo llamaba, de hombres jóvenes.
Sus víctimas pobres infelices solían ser un don nadie, desconocidos o en tránsito por la ciudad, futuros artistas, estudiantes de bellas artes, becarios algo despistados, que sin darse cuenta caían en sus redes amatorias. Unas veces pasaba por ser dependienta, otra profesora, modelo de dibujo lo que hiciera falta para llevarse a la cama al mochuelo, después desaparecía sin más.
Hoy había sido distinto, mientras observaba a su próxima víctima.
Él había entrado en el salón parándose en medio de la estancia de golpe al verla allí tirada desnuda posando, no podía dejar de recordar sus ojos mirándola y cada vez que lo hacía su corazón dejaba de latir. Aquel hombre había provocado en ella algo inusual, un sentimiento.
Un temblor profundo y lento la recorrió.
Su futura presa había dejado de importarle, en la mente sólo le tenía a el: Alberto.
Su instinto de cazadora se activó poniéndola en guardia y celo.
El otro secreto lo oculta únicamente para sí misma.
Por casualidad una tarde entró en una peluquería china de las que son propias de una novela de Vázquez Montalbán en el centro de Barcelona., de esas que sus amigas tan sólo con ver la puerta de entrada habrían salido despavoridas dando un brinco.
Aquel día la migraña estaba haciendo estragos en ella por eso entró pensando que un buen lavado de cabeza y los peines aliviarían su dolor.
Aquello se convirtió en la experiencia más curiosa que tendría en su vida.
Los chinos lavan la cabeza en seco, es decir te sientas en la silla delante del espejo y empiezan a lavar. Primero extienden el jabón y masajean con los dedos, algunas veces también hacen servir las uñas y después con una botellita de agua lo van empapando poco a poco hasta que la espuma empieza a coger consistencia. Lo curioso es que por el mismo precio en la misma silla te dan un estupendísimo masaje.
Claire, cerró los ojos mientras masajeaban sus hombros y cuello, la mujer china que la atendía en un momento dado le dijo:
-¿Tu enferma? ¿No bien?
Sonrió leve e hizo un gesto afirmativo.
-¿Quieres masaje? Aquí masaje muy bueno, medicina china, tu venir, ven, sígueme.
Claire se levantó y la siguió dentro del local, le dolía tanto la cabeza que el solo hecho de pensar en estirarse sobre la camilla nublaba cualquier signo de advertencia o raciocinio que hubiera podido pasar en aquel instante por su mente.
Sabía que en aquellos lugares entraban y salían hombres constantemente, lo había podido comprobar in situ esa misma tarde y corroborar las famosas noticias de los burdeles chinos con final feliz; la verdad que la mujer china que le precedía al interior vestida con faldita corta y volantes de lentejuelas brillantes, que remataba con unas medias negras de filigranas, parecía de todo menos masajista colegiada, pero que le íbamos a hacer.
Se estiró rendida sobre la camilla y la mujer le ayudo a desvestirse, luego apagó la luz.
Mientras cubría de aceite su espalda y le acariciaba suavemente le dijo,
- Tu músculo malo, cosa mala en músculo. Mi hacer medicina china, españoles no saben, no conocen, tu dejar mi saber.
La mujer le contó que le iba a poner un ungüento especial que iría con mucho cuidado pero que le haría un poco de daño, que luego tendría la espalda toda roja y morada, pero que no debía de asustarse, solo procurar cuando llegara a casa, ponerse algo muy caliente un rato en la espalda y no ducharse pasadas las veinticuatro horas.
Tras esta explicación se puso manos a la obra y con una especie de madera trabajada de cantos rodados fue como peinando músculo a músculo toda la espalda una y otra vez, sacando "la cosa muy mala" hacia fuera.
Al final del masaje Claire se quedó dormida y la mujer china se retiró dejándola descansar.
Desde entonces, sus visitas al extraño local peluqueriamedicochina se convirtieron en algo regular que no compartía con nadie, ni familia ni amigos, al igual que sus jóvenes amantes.
No tenía muy claro que hacía acudiendo a ese antro , sabía lo que allí se cocinaba , de hecho una vez después de unos de estos singulares masajes y mientras intentaba vestirse , la mujer china se sentó en la camilla insinuándose y le dijo:
- Tu muy guapa! Mujer española muy guapa, hombres mirar mucho.
Claire le sonrió amable acabando de vestirse y le dio las gracias. Se despidió cordialmente hasta la próxima vez.
Cuando alcanzó el descansillo de su casa deslizó su mano al bolsillo del pantalón buscando las llaves de la puerta, juntó sus labios y tarareó suave el estribillo de una canción.
"Soledad, estoy sola y me siento morir, he llegado a pensar tantas veces..... que no hay amor para mí".
Entra en casa y deja las llaves sobre una mesita de madera que hay al lado de la entrada, en un cachivache en forma de mano de nácar que compró en los encantes viejos de Barcelona, una especie de rastrillo.
Se descalza y camina hacia la terraza sintiendo la agradable madera bajo sus pies, a su paso va dejando caer el foulard y luego la chaqueta al suelo sin importarle la manera en que queda amontonada la ropa.
Ya en la terraza se agarra a la barandilla y mira al cielo cerrando los ojos, siente la brisa y el sol en su cara ; sonríe. Le llega un agradable olor a huerto.... las tomateras que cuida con esmero crecen frondosas en esos grandes maceteros que se alinean en la terraza. Acaricia las hojas con la mano y aspira profundamente el delicioso aroma.
Se vuelve adentro del piso y pone música, le encanta, de todo tipo... sube el volumen y ya desnuda y libre, baila feliz dejándose invadir por un suave y sensual ritmo. Para ella este rito es algo primitivo, personal e íntimo que tiene que ver con su mas profundo yo.
Suena Bosé...
"Morena mía, siete son los pecados cometidos,
suman ocho conmigo, nueve los que te cobro,
mas de diez he sentido y por mi parte,
sobra darte lo que me das, dámelo dámelo
bien, lo pongo aquí, lo pongo a quien
cuando tu boca, me toca, me pone y me provoca,
me muerde y me destroza, toda siempre es boca
y muévete bien, que nadie como tu me sabe hacer café "...
Claire tiene sus secretos, sus debilidades... sabe que no vendrá nadie a casa hasta la noche...
Ha llenado la bañera hasta arriba de agua caliente, casi hirviendo .
Se desliza dentro dejándose caer suavemente y hunde la cabeza hasta que el agua la cubre por completo, siempre le ha fascinado el sonido que se escucha de esta manera. El agua tiene un sonido eléctrico, ondulante.
Aguanta la respiración todo lo que puede bajo el agua para disfrutar de ese mundo extraño y solitario que gotea y hace "blup", "blup", "blup"; cuando no puede más se incorpora de golpe y coge aire con fuerza lo repite dos o tres veces hasta llegar a la ensoñación; se incorpora de nuevo y reclina el cuerpo hacia atrás relajado, siente el calor del agua cubriéndola entera, deja caer los parpados adormilada .
El agua a presión suele ser un buen aliado solitario.
Suspira complacida.
Claire padece de fuertes migrañas que pueden durar de tres a cuatro o cinco días. Desde que cumplió los cincuenta cada vez son menos frecuentes. Esto hace que los horarios se descontrolen un poco, sobre todo a la hora de ir a dormir en las vacaciones de verano.
En la noche se levanta inquieta y camina desnuda y descalza hacia una de las ventanas de la terraza. Le encanta sentir la madera bajo los pies. Lo suele hacer a menudo; los días son tan largos.
Y ahí, delante de la cristalera abierta, cuando todos duermen, se queda absorta mirando sin ver a lo lejos con los ojos abiertos pero cerrados por dentro distraída. Se apoya sobre la pierna izquierda.
La brisa de la noche acaricia la piel caliente y la tenue luz amarillenta de un farolillo de los de antes a lo lejos dibuja la figura tras la cortina.
Suspira y sonríe, no sabe por qué pero últimamente en estos momentos de confort personal una sonrisa por sí sola la invade feliz.
Le gusta esa sensación de soledad y silencio, cuando uno siente tan profundamente su "yo"; tal y como escribió una vez Carmen Alborch, aquella Ministra socialista de cultura que hacía levantar pasiones a su paso cuando bajaba las escaleras del Congreso de los Diputados : "No es lo mismo vivir sola que vivir en soledad".
Una lucecita azul parpadeante llama su atención; baja su mirada a la pantalla del móvil que se encuentra sobre el sofá y acierta a leer :
- Hola!¿Estás ahí?
Sonríe gatuna y pasa su lengua lentamente sobre el labio superior... se recuesta indulgente mirándoselo.
-Hola... cuanto time sin jugar juntos, contesta.
Se oye el sonido del reloj de pie antiguo de la vecina mayor de abajo; unas campanadas suaves marcan los cuartos y luego tres campanadas sordas y melódicas a la vez mas largas anuncian la hora exacta.
Cae la negra noche fuera. Una temperatura ideal, ese frescor cálido del verano repleto de olores y sensaciones que embota los sentidos.
“Tong, tong, tong”.
Las madrugadas del estío siempre la han excitado. El calor nocturno y el silencio se meten dentro de Claire como una droga liberándola, sus sentidos se enardecen anulando su voluntad, su cuerpo responde a estímulos primitivos y entonces es otra, se conoce bien, demasiado bien.
“Los seres humanos somos tan complejos” –reflexiona-.
Somos quien somos aunque nos domestiquemos, lo ha aprendido bien. Y la vida es vida y como tal hay que sentirla.
Acomodándose sobre el sofá, acerca de nuevo el teléfono y teclea:
-Amore......
El icono de una carita feliz con un corazoncito rojo aparece de repente
A Claire siempre le han ocurrido o la han rodeado historias mágicas y maravillosas. Existe una en especial y que siempre a girado en torno a su familia...( leyenda o realidad) . Y es la de la bella princesa Xipaguacin hija de Moctezuma, noveno y último emperador azteca. Su queridísimo hermano siempre ha estado obsesionado con esta historia en concreto por la razón de que dicha princesa fue raptada y obligada a casarse con Don Juan de Grau pariente lejano, lejanísimo, Barón de Toloriu , un pueblecito de los Pirineos y dónde muchos piensan todavía hoy que escondió un valiosísimo tesoro de oro y joyas que trajo consigo como ajuar en un gran arcón y que expertos buscadores se afanan por encontrar.
La familia siempre se ha reído divertida de sus ocurrencias pero es verdad que en la fisonomía de ella se aprecia una mezcla indiana del todo difícil de definir y un cuerpo estilizado y fibroso que quisiera para sí mas de uno.
En su casa por una razón u otra la joven y triste Xipaguazín los ronda, la perciben cerca y más cuando leen noticias sobre ella y la extraña historia de aquella joven y bella que cubría apenas su cuerpo con telas ligeras, plumas, penachos blancos y flores frescas pese a las bajas temperaturas del Pirineo catalán.
Incluso Claire perjura haberla oído cantar bajito en las noches de verano y un suave retumbar de tambores a lo lejos acompañándola.
Claire tiene una capacidad innata y le gusta contar historias que ha escuchado o leído enlazando unas con otras, pero cuando habla de la bella princesa prisionera en las montañas, su rostro se torna serio y casi podríamos decir que su mirada se transporta dulce al pasado dando vida en sus palabras a lo que allí ocurrió.
Y puede imaginar aquella joven e inocente en estado puro caminando descalza y desnuda disfrutando de los mas bellos placeres del paraíso, bañándose en el mar, escuchando el canto de las aves mas exóticas del mundo o disfrutando de su cuerpo desinhibida de cualquier tipo de censura o prohibición antes de ser llevada a su triste destino.
Y para los que no creen en la magia y las leyendas les reta a que con sus propios ojos lean la placa de mármol tallado a tal fin que puede verse en uno de los muros de la iglesia de Toloriu